Vacuidad : KU, Śūnyatā


En la realidad que no se deja congelar no hay un antes o un después.
Según el budismo Mahayana la ultima verdad que en todo esta presente, el Dharma, se nos revela solo a través de la vivencia directa de lo que llamamos el vacío, Ku en japonés o Shunya en sanscrito. La experiencia que nos enseña que nuestro sueño es parte de la realidad y que si no fuese por nuestros sueños, nuestras ilusiones, nuestras emociones, no distinguiríamos entre el sueño y la realidad y menos aun sería posible hacer un sueño realidad.
Así, es la experiencia del vacío lo que nos enseña que un ruido no viene ni solo de adentro ni solo de exterior. La experiencia que nos dice que la realidad no es algo que se pueda conservar o que se pueda domar, pues la realidad es el presente vivo que cambia de instante a instante en la cual no hay ni objeto ni observador y que no conoce ni comienzo ni tiene fin. La realidad que es el Dharma mismo que ni requiere reconocimiento ni puede ser establecido por ninguna ley. El Dharma que tampoco puede ser impuesto a través de ningún texto que ha sido revelado con el fin de congelar la verdad para así poder imponer cualquier forma de autoridad. Pues un ruido aparece y luego no está, hasta que otro ruido aparece y este también se va.
Y así como la experiencia del vacío influye en nuestro interior lo hace también en la manera de percibir los cambios sociales a nuestro alrededor. Nos da a comprender que cuando se habla de experiencia en el Zen esta no puede estar ligada al tiempo que conoce comienzo y tiene fin, pues abrir los ojos no es una cosa de años si no que solo de un instante y cuando se abren da lo mismo cuanto tiempo nos hemos mantenido en la oscuridad. Y también nos conduce hacia algunas conclusiones en respecto a la vida en sociedad ya que nos encontramos con el hecho de que si los fenómenos sociales tales como la emigración tienen esencia alguna esta se encuentra en la interconectividad. Un proceso social en el Budismo conocido como la mutua interdependencia de los fenómenos y que nos demuestra de que manera se relacionan los fenómenos entre si. Pues si observamos con atención de que manera se relacionan los fenómenos entre si, claramente queda en evidencia el hecho de que toda acción local, por insignificante que la creamos ser, tiene efecto en todo el mundo a nuestro alrededor. Algo que vale también para los muros de protección ya que los muros separan y esta separación crea desconfianza y hacen imposible la comunicación que seria necesaria para abordar la migración desde su raíz. Pues el problema de la migración consiste en primer lugar en que la personas se ven obligadas a emigrar porque la situación político social en las que viven en sus países de origen no les deja otra opción. ¿Pero como comunicar si el dialogo se ve substituido por la desinformación? De esta manera queda claro porque los muros de protección crean prisioneros por ambas partes. Unos presos en la angustia de tener que aguantar una situación de humillación y los otros presos por el miedo y la codicia de perder un privilegio que hay que defender.
El Fukanzazengi del maestro Dogen continua de la siguiente manera:

Debéis en consecuencia abandonar una práctica basada en la comprensión intelectual, corriendo detrás de las palabras y ateniéndoos al sentido literal. Debéis aprender el giro que dirige vuestra luz hacia el interior, para iluminar vuestra verdadera naturaleza. El cuerpo y el espíritu se borrarán por sí mismos, y aparecerá vuestro rostro original. Si queréis alcanzar el Despertar, debéis practicar el Despertar sin demora.
Tal vez sea importante aclarar que significa abandonar la comprensión intelectual del Dharma. La palabra Dharma misma ha sido muchas veces traducida del sanscrito al español como “ley natural” o “orden social”. Una traducción que si se reduce al valor semántico de estas palabras en nuestro contexto cultural da amplio margen a la confusión, pues la verdad es que en el budismo Zen el Dharma tiene que ver con este instante aquí y ahora y no con una verdad preestablecida. 
Pues de otra manera el Dharma seria una enseñanza más que divide entre quien tiene la razón y quien no o que separa entre los de esta parte y los de la otra parte del muro de protección. Pero el Dharma no es un consejo. Ni tampoco una experiencia que compartimos con el fin de imponer nuestra autoridad. El Dharma que va más allá de la intelectualidad es la más próxima e inmediata realidad. La verdad que encontramos cuando volvemos de la actividad mental, del ideal, a la realidad y que nos da a entender que todos somos habitantes del mismo planeta azul, donde todos sus habitantes, sean estos humanos, animales o cosas, interactúan constantemente entre si, donde todo es inpermanente y donde todos los seres nacen libres e iguales en dignidad y en derechos sin ningún tipo de distinción sea de raza, color u origen nacional. Pues el Dharma es el vacío mismo en el cual un ruido no viene ni solo de adentro ni tampoco solo del exterior.
Un ruido es un simple sonido y nada más, pero a la vez es el más alto Dharma, es Buda, es Dharma, es Sangha, ya que si lo dejamos pasar sin comentarlo comprenderemos que ese ruido, en ese mismo instante en el que lo escuchamos, no es otra cosa que el Yo.

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